jueves, 13 de agosto de 2009

EFECTOS DEL MONOCULTIVO EN LA ARGENTINA

Por
Emilio Brezicki y Juan Manuel Mires
Introducción

Nos encontramos abandonando la primera década del siglo XXI y la realidad mundial en los últimos años ha mostrado convulsión y dinamismo pocas veces visto en la historia. El propósito de este trabajo es analizar desde la perspectiva local, uno de los fenómenos productivo-económicos característicos de la actividad agrícola moderna.

Es ampliamente aceptado que a través de la especialización de obtiene mayor eficiencia. Trasladando este precepto a nuestro objeto de estudio, hablamos entonces de grandes extensiones de tierra sometidas a explotación agraria de un único producto; en otras palabras, monocultivo.

Definirlo técnicamente, explicar su difusión en Latinoamérica (especialmente Argentina), criticar su sustentabilidad como política de largo aliento y poner sobre la mesa las alternativas existentes de consenso son competencia de este escrito.

Nuestro país ha pertenecido históricamente al modelo agro-exportador, con esporádicos intentos fallidos de industrialización. En este contexto, cuestionar las reglas de juego internas de uno de los principales motores económicos en un momento internacional donde la capacidad de adaptabilidad y velocidad de cambio juegan un papel preponderante, resulta de vital importancia para garantizar la independencia y la libertad de la nación.


Breve reseña histórico-técnica de la agricultura

Entendemos a la agricultura en un sentido amplio, como la aplicación de los conocimientos y técnicas adquiridos por el hombre en virtud del cultivo de las plantas útiles. Su descubrimiento y desarrollo constituyen uno de los factores determinantes en la dirección del curso de la historia de la humanidad, sentando las bases para cambios sociales estructurales y principalmente, para el aumento de la población.

Una primera consecuencia de la aplicación de sus principios es la aparición del fenómeno del sedentarismo; pues implica la práctica el abandono del nomadismo exclusivamente como modo de aprovisionarse, permitiendo además, gracias a la obtención de tiempo libre, la aceleración de los procesos culturales y el divorcio del hombre y la naturaleza.[1]

Se puede decir que la cuna de la agricultura es el Cercano Oriente, durante el Neolítico[2], y se la atribuye a la mujer un papel preponderante en su descubrimiento y desarrollo, puesto que ellas ejercían la recolección en las antiguas comunidades de cazadores.

La agricultura posiblemente se difunde a partir de tres centros: el ya nombrado Cercano Oriente, el Sudeste Asiático y América; teniendo para este trabajo particular relevancia el foco mesoamericano pues representa las tres quintas partes de las riquezas agrícolas con mayor valor para la humanidad como la papa, el tomate, el maíz, el cacao y el tabaco; superando largamente la cantidad de especies cultivadas en Europa en el momento del descubrimiento de América, lo cual puede suponer que el origen de la agricultura se encuentra allí, mientras que otras teorías señalan que la existencia de esas especies en épocas remotas en Asia y su ausencia en condición silvestre en América son indicios de que su procedencia es efectivamente oriental, aunque los métodos de cultivo tanto en Asia como América eran iguales.[3]

Es válido suponer que el amplio desarrollo tecnológico en este campo en nuestro continente se debe a la escasez de animales domesticables, dado que obligaba al ensayo de métodos de obtención de alimentos de origen vegetal como condición de subsistencia.

El fenómeno de difusión se produce por migraciones y contactos culturales, aunque factores psicológicos han tenido incidencia en la práctica de nuevos cultivos, como por ejemplo la aceptación de la papa como alimento en Europa tras la Guerra de los 30 años.[4]

La explotación agrícola requiere de la preparación del suelo, la siembra, el cultivo y por último, la recolección. La primera consta de dos partes fundamentales: La remoción (ora con el arado, otrora con la azada) para permitir la filtración del agua y facilitar la siembra, y el mejoramiento de su composición a través de abonos o fertilizantes que reemplacen los minerales ausentes. La segunda se realiza simplemente enterrando los tubérculos o semillas[5]. Los restantes pasos, dependerán de las características de lo cultivado, aunque por lo general se procura protección de los vientos situando las plantaciones en depresiones geográficas o procurando barreras de árboles. Con la Revolución Industrial, se comienzan a aplicar tecnologías que cambiarán radicalmente la faz de la agricultura, de acuerdo a cada tipo, según la siguiente clasificación:

Agricultura Extensiva: Aquella practicada principalmente en regiones subtropicales por nómadas, requiriendo grandes superficies y barbechos prolongados.

Agricultura Intensiva: Es el tipo que aprovecha al máximo la fertilidad de la tierra, circunscribiéndose a pequeñas superficies y excluyendo las especies que precisan de hibernación para madurar con el fin de maximizar la productividad. Es propia de los sectores con mayor densidad de población.

Policultivos: Frecuentemente combinados con la arboricultura, alternan distintas especies; promoviendo complejos sistemas de riego y generando autosuficiencia en zonas críticas.

Monocultivos: Son producto del proceso de industrialización y suponen en gran medida la extinción de los agricultores, que son reemplazados por simples obreros y maquinarias.[6] Consisten en la explotación singular de las especies en una extensión dada de tierra.


Monocultivos naturales y artificiales

Existe la creencia arraigada de que los monocultivos no tienen existencia fuera de la esfera de la actividad agrícola. Sin embargo, estos se dan en la naturaleza y apoyados en el consenso general acerca de los modos ideales de producción (que la agricultura imite a la vegetación natural) hay muchos defensores de los monocultivos, mientras sean llevados a cabo de un modo tal que sean un émulo de lo que el hábitat puede ofrecer sin la mano del hombre. Por ello, siempre es una recomendación “cultivar con diversidad”, (policultivos) y hasta agroforestar (combinar cultivos con árboles) bajo el convencimiento de que esto podría ofrecer mayores niveles de productividad y sostenibilidad. La propuesta es entonces ver de qué formas es posible monocultivar las especies que dan de comer a la humanidad (principalmente cereales) imitando las vegetaciones dominadas por especies únicas que existen en la naturaleza.
Los monocultivos naturales se encuentran en zonas marginales (entre la tierra y el agua), como los juncales y ciertas variedades de pastos de los pantanales; vegetaciones que pueden tener edades cercanas a los 1000 años, lo cual deja de manifiesto su sustentabilidad y con estadísticas de rendimiento por hectárea comparables con los mas eficientes monocultivos artificiales.

Los casos del arroz, del sorgo y los antecedentes silvestres del trigo como vegetación dominante, constituyen ejemplos claros de monocultivos naturales de gran rendimiento y de importancia crucial para el hombre.

Para sostener este argumento es decisivo precisar cuáles son los determinantes ecológicos que permiten la existencia de estos monocultivos y decidir si estos factores son reproducibles para nuestros fines. La oposición principal estriba en considerar que la baja diversidad es propia de entornos impredecibles. Sin embargo, se propone investigar fuertemente sobre los monocultivos, sobre todo desde el aspecto genético, para dilucidar cuales pueden ser formas viables de monocultivar cereales en áreas marginales.[7]


Voces en contra de la práctica del monocultivo

La escritora y documentalista francesa Marie-Monique Robin, autora de “El mundo según Monsanto”, estuvo en nuestro país en 2009 presentando su libro y en una entrevista al diario Página/12 manifestó su postura al respecto: Argentina es el mejor ejemplo de esa gran mentira de que aplicando transgénicos y agrotóxicos se aumentará la producción y se acabará con el hambre en el mundo. ¿Qué tal ha ido con esa práctica en el país? Se ha perdido en la producción de otros alimentos básicos y aún hay hambre. El monocultivo acaba con otros cultivos vitales, es una transformación muy profunda de la agricultura que lleva directo a la pérdida de la soberanía alimentaria y lamentablemente ya no depende de un gobierno para poder revertirlo. La soja ejerce un poder totalitario, que abarca todo. Hay que tener en claro que quien controla las semillas controla la comida y controla la vida. Syngenta, una gran empresa del sector competidora de Monsanto llamó a Brasil, Argentina y Paraguay “Las Repúblicas Unidas de la Soja”. Estamos en presencia de un programa político con fines muy claros ¿Quién decide que se va a cultivar en Argentina?, no lo decide ni el gobierno ni los productores, lo decide Monsanto. Decide qué se sembrará, sin importar gobiernos, y para peor, la segunda ola de transgénicos va a ser muy fuerte, con un modelo de agrocombustibles que acarrea más monocultivo. Ya a esta altura está claro que el monocultivo es la pérdida de la biodiversidad y es todo lo contrario a la seguridad alimentaria, ya sea de soja o para biodiesel, es el camino hacia el hambre. “Antes pensaba que cuando un estudio era publicado por una revista científica era un estudio serio, pero no. Las condiciones en que se publican algunos estudios son tristes, se presionan a los directores de las revistas, en el tema transgénico resulta casi imposible investigar. En muchas partes del mundo como Estados Unidos o Argentina, existen laboratorios pagados por empresas”. El temor y la complicidad están presentes. Hay científicos cuya única función es legitimar el trabajo de Monsanto. Los gobiernos y los medios de comunicación han ejercido en el mundo un papel de lobby increíble, la empresa les lleva sus estudios, su información, sus revistas y sus fotos todo muy lindo. Les dicen a los políticos que no habrá contaminación y que salvarán al mundo y los políticos hacen lo suyo. Hay presiones, diputados franceses han reconocido que han contactado a cada uno para que legislen según sus intereses. También se destaca el papel de los medios de comunicación, los medios miran la propaganda y la publican como si fueran empleados de la empresa, es público que Monsanto invita a comer a los periodistas y les hace regalos como viajes a Saint Louis donde se encuentra la sede central. Los periodistas van muy contentos, los pasean por sus laboratorios y no preguntan nada. También se registran casos en los que Monsanto busca establecer en cada medio un defensor.
En Argentina es claro como actúa, al ver algunos artículos de suplementos rurales parecen publicidades en vez de artículos periodísticos, pareciera que no los hubieran escrito periodistas sino directamente la empresa. Las retenciones puede ser que frenen algo del proceso de sojización, pero no representa una solución frente a un modelo tan agresivo. La solución tiene que ser algo mucho más radical y no a corto plazo. Claro que la tentación de los gobiernos es grande porque trae buenos ingresos pero hay que pensar a largo plazo. No hay soluciones simples y cortoplacistas para un modelo que echa a campesinos de sus tierras y fumigaciones mediante, contamina el agua la tierra y la gente.[8]


Desarrollo en la Argentina

Con el propósito de acotar el presente trabajo dentro de los límites de nuestro país, analizaremos a continuación la existencia de los monocultivos en territorio argentino, centrando la óptica en la soja, que es la que presenta mayores niveles de controversia.

La Pampa Argentina es explotada agropecuariamente hace unos 100 años. Se trató en nuestras épocas de “granero del mundo” de una explotación integral: carnes, cereales y legumbres. Sin embargo, en la década del 90, la ganadería fue desplazada y la soja sustituyó por completo al trigo, maíz y girasol.

En tiempos no muy remotos (pensemos en los ‘70s), la soja era considerada en estas latitudes una especie exótica, representando apenas un 1% de la superficie cultivada y con una bajísima proyección de crecimiento. Paulatinamente, este cultivo fue ganando terreno, pero llegando a 1990 se instala una multinacional estadounidense utilizando una variedad de soja modificada genéticamente que le otorgaba inmunidad a los herbicidas, lo que dejaba de lado el principal obstáculo que incrementaba los costes de producción, predisponiendo el terreno para que se dé el “boom”.

La transgenización hizo a la soja resistente al glifosato, un herbicida muy potente. Esto se logró mediante la introducción a la soja de un gen que hacia resistente a ciertas bacterias a este veneno, gracias a la ingeniería genética. Hoy en día, Argentina se posiciona como el segundo productor mundial después de los E.U.A. y el 60% de la soja aquí producida es del tipo transgénica. Su principal destino, son países industrializados, y la mayor parte es exportada sin procesar, mientras el resto solo se manufactura en forma básica (harinas o aceites) y es utilizada para forrajería.[9]

Las nuevas semillas alteradas genéticamente son estériles, de modo tal que los dueños de su patente tienen el monopolio de su utilización como veremos más adelante; sin embargo, lo que nos importa aquí resaltar es que al instaurarse la cultura de la siembra directa (proceder a la siembra sin trabajar la tierra previamente) junto con la avanzada mecanización de la actividad, los campos están cada vez más vacíos, recordándonos los comentarios de Drucker y Rifkin sobre el creciente valor del saber en el mercado laboral y la aproximación cada vez más real del fin del trabajo respectivamente.

Desde 1990 los pequeños y medianos productores fueron desapareciendo a un ritmo abrumador, a una tasa de cierre de 12 establecimientos por día; incluso los tambos fueron desapareciendo para arrendar sus tierras para el monocultivo de soja. Lo mismo sucedió al norte con el algodón, lo que castigó también a sus recolectores, condenándolos al éxodo.

El economista Javier Rodríguez, a cargo de la cátedra de Economía de la Universidad de Buenos Aires e investigador del CENDA, realizó una investigación sobre el avance de la soja transgénica a partir de 1996 y llegó a las siguientes conclusiones: Creo que el proceso de sojización es previo a la difusión de semillas transgénicas. Ya en 1991 era el principal cultivo del país, por eso el cambio tecnológico hacia el uso de estas semillas fue tan exitoso, se aplicó en forma masiva sobre el que ya era por lejos el cultivo más importante. Su especificidad es que dio lugar a más rentabilidad. Los efectos económicos están ligados a la necesidad de mayor escala de explotación y al reemplazo de otros cultivos, con sus consecuencias y efectos sociales varios. Uno es lo que sucedió con el empleo rural. La masa salarial total de producción primaria se vio fuertemente reducida, no fue una reducción relativa esperable de cualquier cambio tecnológico sino un proceso mucho más drástico.
Un segundo aspecto se debe a la distribución del ingreso al interior del sector agropecuario, si por un lado hay incremento de ganancias y rentas y por otro la reducción absoluta de la masa salarial significa que la participación de los trabajadores en el total se reduce y esto a pesar de que en muchos casos el trabajo calificado es mayor que anteriormente.
Un tercer punto es la discusión de si se genera o no mayor valor agregado. Muchos analistas acostumbran a expresarse en términos de cantidad de toneladas de granos producidas, en algunas regiones se observa el reemplazo de una producción intensiva por una extensiva (soja), lo que sin dudas significa una reducción en términos absolutos de valor agregado por hectárea. Este punto es muy importante para evaluar las fuertes diferencias regionales que tiene la aceleración de la sojización. Los efectos son completamente distintos en la región pampeana y en las zonas extrapampeanas. Se presentan rindes por hectárea diferentes y sustituciones de producciones muy fuertes. En términos de producto significa mayor riqueza, el problema es que hubo una versión muy simple y efectista del fenómeno según la cual se podían obtener mayores ganancias que redundarían inexorablemente en un mayor bienestar general de toda la población. Es la reiteración de la vieja idea del derrame automático y en definitiva una defensa del libre mercado. Las entidades del sector sostienen que todo cambio tecnológico debió haber implicado un incremento de los puestos de trabajo en el agro y no hay ningún sustento empírico para sostener semejante cosa que es totalmente contraria a lo que ocurrió. Con respecto a los encadenamientos hacia la provisión de insumos o hacia una segunda industrialización, no se trata de procesos automáticos. Un ejemplo son los tractores: la demanda se incrementó, pero el 85% está cubierta por importaciones. El aumento de la demanda local no garantiza una mayor producción metalmecánica. Otro caso es el del resto de la maquinaria agrícola. Hacia 1960, Argentina se perfilaba como un importante exportador de maquinaria en escala regional, se exportaba a Brasil, Chile, Uruguay y Colombia. Desde ese momento la actividad agropecuaria creció notoriamente, pero la producción de maquinaria tuvo un comportamiento dispar. Primero creció, luego cayó con la desindustrialización generalizada del país y a partir de 2002 se evidencia nuevamente su potencialidad exportadora, pero con el crecimiento del agro esta industria no se desarrolla sola. También hay que destacar diferencias entre complejos agroindustriales y resaltar que no todos están volcados al mercado externo. Algunos destacan que en la comercialización existe un número importante de puestos de trabajo pero no dicen que allí se cuentan por ejemplo las panaderías y carnicerías y que el empleo de esas actividades depende muy fuertemente del mercado interno.
Respecto al debate ecologista sobre presuntos efectos negativos de los transgénicos sobre la salud humana, su estudio no debe quedar en manos privadas sino que debe ser parte de la acción del Estado, velando por el interés general. El tema de las patentes y regalías es muy particular en Argentina por la forma en que se impulsó la difusión de semillas genéticamente modificadas. El hecho de que inicialmente no se cobraran regalías por estas semillas fue una estrategia altamente eficiente de difusión. Ahora bien, a partir de que se eliminó toda competencia no-transgénica, comenzaron los diversos planteos tendientes a cobrar esas regalías y se estableció un verdadero monopolio. Se firmaron una serie de acuerdos privados de regalías extendidas sobre todo con los grandes productores, algo que no concuerda con la ley de semillas vigente. Las retenciones, más allá de su nivel no deben sufijas, además cualquier nivel de retenciones tiene que estar asociado con una política más general para el sector.[10]


Contexto político Argentino al inicio del proceso

Cuando se autoriza la salida al mercado norteamericano de la soja Round Up Ready, la empresa Monsanto se fija como objetivo extender la práctica al Cono Sur. En la República Argentina, el gobierno de Carlos Saúl Menem, a semejanza de la administración Bush, llevaba a cabo una política de “desregulación” abriendo de par en par las puertas al capital extranjero.

El drástico proceso de reformas de mercado que transformó la estructura económica y social del país, permitieron alcanzar un fuerte respaldo de las fracciones dominantes, tanto del capital local como del transnacional. El abaratamiento de las importaciones en el marco del régimen de paridad (Ley de Convertibilidad) permitió profundizar la capacidad productiva a gran escala a través de semillas híbridas, plaguicidas, herbicidas y fertilizantes. Los mecanismos de protección fueron desactivados para dejar a la producción agropecuaria a merced de las leyes del mercado. Monsanto comenzó a ejercer influencia sobre la CONABIA (Comisión Nacional Asesora de Biotecnología Agropecuaria), organismo establecido por Menem, sólo de carácter consultivo y constituido por representantes del INTA (Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria) INASE (Instituto Nacional de las Semillas) y por actores privados de la industria biotecnológica (Monsanto, Syngenta, Novartis). La CONABIA simplemente se limitaba a los datos suministrados por las multinacionales y las pocas pruebas que se hicieron fueron sólo para probar la adaptabilidad de las semillas transgénicas a las condiciones del suelo en Argentina.[11] En el año 1994, Menem declaraba en una entrevista realizada por el suplemento agropecuario de Ámbito Financiero: “con los OGM (Organismos Genéticamente Modificados) la ciencia ha hecho una contribución decisiva a la guerra contra el hambre”. Sin ningún debate parlamentario, la soja Round up Ready es autorizada en 1996 y se extendió por toda la Argentina a una velocidad única en la historia de la agricultura (un millón de hectáreas de promedio anual). Quien se desempeñaba desde 1989 como secretario de agricultura, ganadería y pesca, ingeniero Felipe Solá firmó la autorización el día 25 de marzo del documento basado en los estudios de la CONABIA, de los 138 folios que lo componían, 108 eran aportados por la empresa Monsanto. El dictamen se aprobó el mismo día que los técnicos del IASCAV propusieron evaluar la aparición de efectos no deseados de la soja Round up Ready a mediano y largo plazo y reclamaron junto a la dirección de sanidad vegetal ensayos sobre seguridad e inocuidad, nada de eso se realizó. Solá hizo las siguientes declaraciones al ser consultado al respecto por el diario Página 12: “[…] los estudios fueron analizados por la CONABIA y es lógico que quien creó el gen tuviera más elementos para aportar. Por eso hay más páginas de Monsanto supongo, porque no he tenido el expediente a la vista hace trece años. El avance no se hizo en contra del suelo sino respetando su estructura física y su actividad biológica, los resultados positivos fueron espectaculares después de que me fui de la secretaría…volvería a firmar como en 1996 la fenomenal ampliación de la economía interior del país que se dio.”[12]
La sojización fue una respuesta a la transformación en la demanda mundial de alimentos, el proceso pudo haber sido distinto si no se dejaba toda regulación en manos del mercado, en particular a partir de la adopción de los transgénicos. Se podía haber conseguido además de aumentar las exportaciones, cumplir con otros objetivos deseables para el desarrollo agropecuario, como la mejora en la provisión de alimentos accesibles para la población, la promoción de un desarrollo regionalmente integrado, la defensa del valor agregado y el cuidado del medio ambiente.


Origen de la demanda

Al contexto ya establecido, se le suman dos factores que dispararon la expansión de los monocultivos de soja: La revolución de los biocombustibles y el intenso crecimiento de los gigantes asiáticos (China e India).

El biodiesel es un combustible producido a través de un proceso llamado transesterificación de triglicéridos, esto es, en otras palabras, combinar grasas de origen vegetal con alcoholes, produciendo metil-ésteres como combustible y glicerol como subproducto.

Teniendo en cuenta la escalada en los precios del petróleo, sumado a los requerimientos para bajar los niveles de polución en las grandes ciudades (Protocolo de Kioto entre otros), los biocombustibles se han desarrollado vertiginosamente. Tienen la propiedad de contener pequeñísimas cantidades de azufre a diferencia del diesel convencional y sus emisiones de gases del efecto invernadero son considerablemente menores, además de ser un combustible virtualmente renovable.

En todo el mundo y en la Argentina se ha legislado para que lentamente su uso se haga extensivo y se incremente a través del blending, es decir, mezclarlos en un porcentaje dado con los carburantes tradicionales, cada vez en mayor proporción.

La soja tiene un rendimiento aproximado de 446 litros de aceite por hectárea cultivada. Si tenemos en cuenta que otras especies como la palma permiten obtener casi 6000 litros por la misma unidad de superficie[13], podemos afirmar que la soja para satisfacer este mercado resulta más bien ineficiente y concluir calificando de despropósito su utilización para este destino en lugar de alimento humano (el cual debido a este fenómeno, resulta cada vez más oneroso).

Por otro lado, tal lo desprendido del foro “China e India: Desafíos para el Comercio Agroalimentario de las Américas”, convocado por el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA), las economías que muestran mayor crecimiento en el mundo consumen cantidades ingentes de materias primas poniendo en peligro los recursos naturales. Sólo China consume el 30% de la soja producida en el mundo.[14] Teniendo en cuenta que como dijimos antes, Argentina es el segundo productor mundial, la conclusión a este respecto es elocuente. La escalada en el precio de los cereales y oleaginosas por el vertiginoso aumento de la demanda no solo han puesto en peligro a nuestro suelo sino que la alimentación del mundo se ve en serias dificultades.


Características y consecuencias de la práctica en la región

El suelo entendido como la capa superior de la corteza terrestre, constituye un recurso natural pues contiene el agua y nutrientes necesarios para el desarrollo de la vida. Las pérdidas producto de la erosión se calculan entre 5 y 7 millones de hectáreas, reduciendo la capacidad de conservar la humedad de los suelos a la vez que sedimenta las aguas.
La mano del hombre permite que la acción eólica e hídrica arrastren esta capa superficial de tierra hasta el mar con los cultivos modernos, el exceso de pastoreo, las quemas y talas; cuya recuperación en zonas tropicales y templadas demanda unos 500 años por cada pulgada de espesor de suelo.
El efecto de la erosión tiene impacto también en ecosistemas lejanos: hasta el lecho marino se ve afectado por la acumulación de sedimentos que son arrastrados hacia allí, alterando su composición química y enterrando su vegetación natural.
La merma en la productividad como reflejo del daño infligido al suelo mantiene una relación de proporcionalidad directa con las economías circundantes.
El suelo no solo se erosiona, también se contamina: el efecto residual de los pesticidas, herbicidas y fertilizantes afecta y se traslada a todo lo allí cultivado, con las incidencias correspondientes a niveles tróficos.
El fenómeno de la erosión se ve favorecido por la tala, pues expone el suelo a la lluvia y el sol; este se seca y endurece impidiendo que el agua se filtre dando lugar al proceso de desertización, convirtiendo la superficie en estéril.
Los monocultivos y la salinización (concentración excesiva de sales típica de las agriculturas de regadío) son factores claves en la pérdida de fertilidad, pues la siembra de la misma especie año tras año agota los nutrientes característicos de cada una. Además, los monocultivos multiplican la existencia de algunas plagas que se van adaptando a sitios donde pueden encontrar el mismo alimento.[15]

Según el Decano de la Facultad de Ciencias Agrarias de la UNLP, “Sembrar todos los años soja sobre soja contradice todos los principios rectores de la agronomía”, señala que el suelo se destruye y advierte sobre la desertización de los bosques.
En nuestro país se consume menos del 5% de la producción de soja y es el octavo productor mundial de alimentos a la vez que se erige como el quinto exportador. Esta realidad puede ser vista desde dos ángulos:
1. Entender a la soja como una única oportunidad de crecimiento para el país.
2. Es solo una solución temporaria, con consecuencias impredecibles, pero forzosamente negativas.[16]
La segunda visión, tal como Ehrlich apunta: se ha demostrado que el abuso por parte de los pueblos agrícolas que han agotado sus recursos naturales sentencian su economía.
Walter Pengue (Ing. Agr. de la UBA), especialista en mejoramiento genético vegetal sostiene que “Argentina dejó de producir una rica y variada cantidad de productos, que brindaban un equilibrado servicio para la alimentación de la población, por un monocultivo transgénico” que como contracara de las divisas aportadas por las exportaciones, deja un tendal contaminación, desocupación y desertización, fulminando así a las corrientes que apoyan la práctica de la siembra directa argumentando que propicia una menor rotura del suelo.
Además, sostiene la Dra. en Agronomía Laura Echarte (científica del CONICET, galardonada internacionalmente) “[…] de casi toda la materia vegetal que la planta produce, muy poca materia orgánica vuelve a la tierra y resultan bajas las proporciones de carbono.” Dicho en otras palabras, se fomenta la acumulación de gases del efecto invernadero en la atmósfera.
Otros reconocidos especialistas agregan que “La soja precisa el doble de azufre, nitrógeno y fosforo que el maíz”.
El sensible descenso en la concentración mineral en nuestros suelos se vio notoriamente deteriorado en los últimos 20 años y de seguir este ritmo, afirman que de no tomarse medidas urgentes, este modelo se agotará en tan solo 15 años, convirtiendo esos suelos en tierras completamente inútiles.
En números fríos, casi el 20% de lo que estamos exportando son nutrientes. Estamos subvencionando con nuestro suelo el negocio de la soja que crece a razón de 1.000.000 de hectáreas por año sólo en la Argentina, pues quienes alquilan los campos están en busca de renta inmediata, sin importarles que sucederá luego, pues no son los dueños del terreno.
Según un integrante del Plan Fénix, “la soja expulsa al trabajador del campo, que migra y se acumula en la periferia de las grandes ciudades […]”.[17]
Visto de otro modo, podría decirse que hay muchos denominadores comunes entre el monocultivo de soja y la explotación minera.

En esta misma línea, se ha observado como este proceso ha derivado en una creciente polarización social por ingresos. Los pooles de siembra atentan contra la población rural y los pequeños productores concentrando la explotación en pocas manos. Las grandes corporaciones arriendan los campos por buenos precios a sus dueños, quienes obtienen una renta satisfactoria sin necesidad de trabajarlo, creando también una crisis comercial: las empresas utilizan su propia maquinaria e insumos; no compran productos ni herramientas ni ofrecen trabajo al tiempo que los bancos no pueden ofrecer tasas que se comparen a lo que ofrece un pool, favoreciendo así la inversión en estos sistemas. Con la mayor necesidad de tecnificación para poder producir más en menos tiempo, cada vez más los productores se dedican a los alquileres, erradicando a paso firme la cultura de trabajo. Todo esto, a pesar de lo que indican los números brutos, no constituye desarrollo, al menos tal como el INTA lo entiende, esto es, cuando hay distribución de las riquezas, recursos y ganancias.
Se ha enraizado el mito de que la transgenización sería la panacea para paliar el hambre y la pobreza, pero este sistema se encuentra cada vez más lejos de serlo y más cerca de ser una de las causas, pues existe en función de la exportación.
El hecho de que las sojas transgénicas soporten toda clase de venenos, llevan al uso indiscriminado de estos y literalmente se ha estado envenenando a poblaciones enteras. Estos tipos de soja prácticamente no requieren mantenimiento y es así como los cultivos se extienden más y más por todo tipo de superficies sin necesidad de cuidados intensivos, fenómeno que se puede observar a simple vista, en los montes, bosques y hasta en las banquinas.[18]


Consecuencias de la práctica del monocultivo en la República Argentina

Las comunidades indígenas y los movimientos campesinos denuncian desde hace una década los efectos de los agrotóxicos sojeros, pero siempre se encontraban con las desmentidas de tres actores de peso, productores, grandes empresas del sector y ámbitos gubernamentales. En éste año por primera vez una investigación científica de laboratorio confirma que el glifosato es altamente tóxico y provoca efectos devastadores en embriones. Así lo determinó el Laboratorio de Embriología Molecular del CONICET, con dosis hasta 1500 veces inferiores a las utilizadas en las fumigaciones sojeras comprobó trastornos intestinales y cardíacos, malformaciones y alteraciones neuronales. El trabajo hace hincapié en la urgente necesidad de limitar el uso del agrotóxico comercializado con el nombre de Round up de la compañía Monsanto (líder mundial en agronegocios). Cada un litro de agua se recomienda normalmente entre 10 y 20 mililitros, pero como las malezas a eliminar se han vuelto resistentes los productores utilizan concentraciones mayores (100/300 mililitros por litro de agua). El director de la investigación, Andrés Carrasco revela que el glifosato diluído puede provocar alteraciones en la división celular conduciendo a malformaciones en la zona neural y facial (cartílagos y huesos). El veneno tiene la propiedad de permanecer extensos períodos en el ambiente (efecto residual) y viajar largas distancias arrastrado por el viento y el agua. Se aplica en forma líquida sobre la planta que lo absorbe y muere en pocos días. La publicidad de la empresa califica al glifosato como inofensivo para el hombre. Existe una gran cantidad de denuncias de campesinos e indígenas y barrios fumigados presentando cuadros clínicos agudos.[19]

Además del estudio del CONICET podemos encontrar alrededor del mundo varias investigaciones al respecto. Mencionaremos aquí las siguientes cuatro:

Gilles Eric Serallini es investigador docente de biología en la universidad de Caen (Francia) y en el año 2005 descubrió que las células de la placenta humana son muy sensibles al Round up, incluso en dosis inferiores a las utilizadas en la agricultura. En diciembre de 2008 la revista científica Chemical Research in Technology publicó su nuevo estudio sobre la provocación de la muerte celular en pocas horas.

Robert Belle es director de la estación biológica del Centro Nacional de Investigación Social de Roscoff (Francia) y en 2002 probó el Round up en un erizo de mar (modelo clásico entre los científicos para el estudio de división celular) y probó que deteriora los puntos de control del ciclo celular, dicha alteración es propia de las primeras etapas del cáncer.

Alejandro Oliva es médico y coordinó una investigación que abarcó a seis pueblos de la pampa húmeda que confirmó que en esas localidades la existencia de diferentes tipos de cáncer muy por encima de la media nacional (próstata, testículos, ovarios, páncreas, pulmón y mamas). Además cuatro de cada diez hombres que consultaron por infertilidad habían sido expuestos a químicos agropecuarios.

La universidad de Pittsburg (E.U.A.) comprobó en el año 2005, a cargo de su profesor Rick Reylea, el impacto de insecticidas en la biodiversidad y productividad en comunidades acuáticas. El agrotóxico mató al 70% de la biodiversidad anfibia del ecosistema experimental.[20]

El desmonte llevado a cabo para la siembra de soja transgénica en las provincias del Chaco y Salta tuvo influencia en las inundaciones y en la propagación del dengue. Es uno de los factores más importantes para la vectorización del mosquito, no es casualidad que la enfermedad empiece en Tartagal, donde la población viene de sufrir una inundación catastrófica. En la última década se desmontó en el Chaco un 40% del territorio y el dengue sacó a la luz las profundas condiciones de miseria en las que está sumida gran parte de la población rural. La ruptura del ecosistema produce inundaciones, tormentas inusuales, sequías y calores como los que se están viviendo en el norte del país. Con el desmonte el aire se hace tan seco que cuesta su calidad y su respiración, además se impone el monocultivo y la tierra los rechaza, entrando ahí en juego los agrotóxicos y venenos. Los plaguicidas para proteger la plantación de soja matan también a los enemigos naturales del mosquito.[21]
La provincia del Chaco redujo en un 84% el cultivo de algodón, que hasta la década del noventa fue su actividad principal. Una investigación realizada por el Centro de Estudios Urbanos y Regionales del CONICET analiza el período 2002-2007 del circuito productivo algodonero. Por su carácter de bien transable, la producción se vio favorecida por la devaluación, pero a diferencia de otros productos regionales, su rentabilidad no pudo competir con otros cultivos sustitutivos en el uso de la tierra. Desde los últimos años de la década del noventa, el área sembrada con algodón en el Chaco se acercaba a 1.000.000 hectáreas y se redujo en pocos años a 160.000. El I.N.T.A. calcula que el costo para la producción de una hectárea de algodón era de 227 dólares contra 112 de la soja. Por el lado de los ingresos, el precio del algodón en bruto iniciada la siembra de la campaña 2004-2005 rondaba los 7000 pesos la tonelada. Frente a los costos de producción, conseguir una rentabilidad positiva demandaba una productividad por hectárea de al menos 1,5 tonelada, nivel raramente alcanzado en temporadas anteriores y casi imposible de obtener en predios de pequeños productores.[22] El resultado fue que los medianos y grandes productores algodoneros de la provincia del Chaco pudieron reconvertirse tecnológicamente y aseguraron sus ganancias volcándose hacia las oleaginosas, que además requieren mucha menos mano de obra que el algodón y no generan demasiada incertidumbre en cuanto a su rendimiento final. Quienes siguieron plantando algodón fueron aquellos que no pudieron afrontar los procesos de tecnificación y mecanización necesarios. En general se trata de pequeños productores minifundistas que no tienen otra alternativa posible de inserción laboral y que producen a escala reducida y en forma manual, sin equipamiento, sin acceso a financiación y comercializando lo producido sin opciones a obtener un precio competitivo. En 2006 sus ingresos no superaban un promedio de 400 pesos mensuales.[23]
Similar es el caso de la actividad arrocera en la provincia de Entre Ríos. Llegaron a sembrarse 150.000 toneladas y hace dos años fueron sólo 65.000. Luego de la firma de un convenio entre la FEDENAR (Federación de Entidades Arroceras Argentinas) con Venezuela, gestionado a través de la embajada de ese país y el gobierno provincial, aumentaron la producción a 90.000 toneladas. Gran parte del arroz producido se comercializa a Venezuela y el ciento por ciento del precio neto de la venta quedará para los productores. Durante la primera semana de mayo comenzaron los embarques de 15.000 toneladas y luego se harán envíos de 10.000. El objetivo principal de la iniciativa es el de recuperar la cifra de 150.000 toneladas que llegaron a sembrarse con anterioridad al “boom” de la soja.[24]


Capacidad de presión del los grandes grupos económicos

Un documento interno de Monsanto, clasificado de confidencial, un informe mensual de diez páginas que “misteriosamente” fue hecho público en el año 2000, desgrana la actividad de la célula de la empresa llamada Asuntos Reglamentarios y Desafíos Científicos únicamente durante los meses de mayo y junio de ese año. Ese documento muestra como Monsanto trata de manipular la reglamentación de los alimentos transgénicos en todo el mundo para favorecer sus intereses, tratan de comprar la influencia de individuos clave y filtrar en los comités de expertos a quienes apoyan para subvertir la agenda científica. En éste documento se felicita a la “célula” por su eficacia para asegurar el nombramiento de “expertos científicos clave a nivel internacional”. El informe final ha sido favorable a la biotecnología vegetal, se ha redactado un editorial que se publicará en un diario médico como el primero de una serie planificada para “impresionar a los médicos”, se ha celebrado una reunión con un especialista en cáncer de mama para que colabore en un artículo que demuestre la ausencia de relación entre los organismos genéticamente modificados y la enfermedad. Con el título de Estrategias para evaluar la seguridad en alimentos producidos por la biotecnología, reunió a representantes de las autoridades sanitarias y a sus “expertos”. Curiosamente, aunque no habían visto la luz los OGM, esta consulta condujo al siguiente diagnóstico premonitorio: “El ADN de todos los organismos vivos es estructuralmente similar, por esa razón la presencia en un producto de ADN transferido no plantea un riesgo para los consumidores.”
La compañía intenta controlar los alimentos producidos en el mundo, para ello hay que apoderarse de las semillas allí donde se utilizan, es decir entre los agricultores. En primer lugar, Monsanto se apropia de las semillas, después de la transformación de los granos, a continuación de los distribuidores y finalmente influye en toda la cadena alimentaria. Las semillas son el primer eslabón de la cadena.
Las patentes, parte de la estrategia implementada también en Brasil y Paraguay, permitieron la recaudación de Royalties. Al momento de lanzar la soja Round up Ready, la compañía dio muestras de una curiosa generosidad al aceptar que los productores no pagaran royalties por sus ganancias, no hicieron ningún movimiento hasta el año 2004 y de repente amenazaron con retirarse de Argentina si los productores no pagaban regalías o la llamada por la empresa tasa tecnológica. En marzo de 2005 la empresa dirigía a los exportadores de soja donde les decía que “iba a perseguir todo cargamento de harina o aceite de soja que abandonara los puertos argentinos con destino a países donde el gen Round up Ready esté patentado […] y solicitará para ello la ayuda de las autoridades aduaneras para que tomen muestras y detecten la presencia del GEN.” Primero se apoyaron en la AAPERSID, una asociación que financian para promover sus productos, con la complicidad de funcionarios y medios de comunicación.[25]


Alternativas de cara al futuro

Es claro que existen factores socioeconómicos que determinan la sobreexplotación de las tierras y el uso irracional del agua.
Se vuelve muy dificultoso determinar posibles soluciones para todos los problemas aquí expuestos debido a la poca investigación oficial en la mayoría de los países de América Latina acerca de posibles métodos para conservar y rehabilitar los recursos renovables. Algunos señalan que los esfuerzos deberían centrarse en procurar las condiciones para que la naturaleza pueda restaurar el daño provocado. Sin embargo, las reparaciones de lo que ya ha sido destruido son extremadamente lentas por sí solas y extremadamente costosas para ser aceleradas artificialmente; por lo tanto, lo más razonable es evitar que se destruya el suelo. La supervivencia de este como generador de recursos clave para nuestra economía y alimentación es un factor clave para el desarrollo socioeconómico de la nación, en una actualidad y futuro donde la escasez es una amenaza cierta. En nuestro país, si se persiste en componer un modelo agroexportador, no parece lógico destruir el suelo por una ganancia temporal, haciendo recordar a la fábula de los dos hermanos, donde uno de ellos maximiza sus recursos para obtener una buena renta vitalicia a la vez que su capital aumenta, mientras el otro dilapida su capital sin inteligencia, condenándose a la miseria.

Las soluciones hoy en día pasan por planteos de rotación, incluyendo otros cultivos para preservar los suelos y hacerlos sostenibles. Algunos problemas como la salinización no encuentran aún soluciones satisfactorias universales. Por lo tanto hay que tener planes que permitan adaptarse a las condiciones de cada suelo en particular.
Debería exigirse (o promoverla impositivamente) la rotación de los cultivos, de ese modo podríamos generar extensiones mayores de trigo y maíz, cuyos rastrojos contribuyan al enriquecimiento del suelo.
Es también urgente regular y controlar la utilización de agroquímicos. Muchos de ellos aquí están permitidos a la vez que están prohibidos en la mayoría de los países industrializados del mundo. Su uso debe ser progresivo y no aniquilatorio como es en la actualidad.
Por último, son necesarias políticas que controlen la actividad monopólica que fomentan este tipo de prácticas, principalmente en manos extranjeras, que no muestran ningún tipo de consideración de cara al futuro, pues están mayormente compuestos por “capitales golondrinas” y solo buscan el enriquecimiento instantáneo y no generar estructuras sostenibles para el bienestar y progreso nacional.




REFERENCIAS Y BIBLIOGRAFÍA

[1] Enciclopedia GER, “Historia de la Agricultura”, Capítulo 1, “Orígen” por I.P. Garrido Rdiz, Ediciones Rialp S.A.
[2] Se inicia en el 7.000 a.C. y concluye en el 4.000 a.C.
[3] Enciclopedia GER, “Historia de la Agricultura”, Capítulo 2, “Difusión” por I.P. Garrido Rdiz, Ediciones Rialp S.A.
[4] Enciclopedia GER, “Historia de la Agricultura”, Capítulo 3, “Evolución” por I.P. Garrido Rdiz, Ediciones Rialp S.A.
[5] Enciclopedia GER, “Historia de la Agricultura”, Capítulo 4, “Técnicas” por I.P. Garrido Rdiz, Ediciones Rialp S.A.
[6] Enciclopedia GER, “Historia de la Agricultura”, Capítulo 5, “Tipos” por I.P. Garrido Rdiz, Ediciones Rialp S.A.

[7] Boletín de ILEA de Abril 2001, Páginas 8 y 9, “En defensa de los monocultivos” por David Wood.
[8] Del diario Página/12 del 30 de Marzo de 2009, “Quien controla la semilla controla la comida y la vida” por Darío Aranda.
[9] “El boom de la producción de soja transgénica” por Alicia Caldarone, publicado en Ecoportal y en La Maza Digital.
[10] Ver Suplemento CASH del diario Página/12 del día 22 de Mayo de 2009, “Soja…”, por Claudio Scaletta.
[11] Ver “El mundo según Monsanto”, pág. 381 “En Argentina, la soja del hambre” por Marie-Monique Robin.
[12] Nota del diario Página 12 del 10 de Mayo de 2009, “El estudio de campo” por Horacio Verbitsky.
[13] Biodys Latinoamérica – “Información sobre semillas y cosechas aptas para biodiesel”
[14] Ver “Pronostican una intensa demanda de commodities de China e India”, artículo en la sección de Comercio Internacional del diario TodoAgro del Domingo 14 de Junio de 2009.
[15] Según “Los problemas de degradar el suelo” de Cristian Frers, Técnico Superior en Gestión Ambiental y Comunicación Social
[16] Ver “Hasta la tierras ricas de Pergamino y Arrecifes se ven degradadas por la soja” en “El impacto del monocultivo en el agro argentino”, por Esteban M. Trebucq, publicado en RAP-AL, Uruguay.
[17] Ver “Riqueza irrecuperable” en “El impacto del monocultivo en el agro argentino”, por Esteban M. Trebucq, publicado en RAP-AL, Uruguay.
[18] Datos del artículo “Soja para hoy, hambre para mañana” de la Agencia Periodística del Mercosur, en su sección Soberanía Alimentaria – Monocultivos y economías locales” del 02 de Noviembre de 2007, por el equipo de investigación de la APM de la Extensión Henderson de la UNLP.
[19] Según artículo de Página/12 del día 13 de Abril de 2009, “El tóxico de los campos” por Darío Aranda.
[20] Según artículo de Página/12 del día 13 de Abril de 2009, “El tóxico de los campos” por Darío Aranda.
[21] Revista “Hecho en Buenos Aires” de Mayo de 2009, “Maldito desmonte”.
[22] Ver artículo de Página/12 del día 24 de Mayo de 2009, “La verdad incomoda” por Claudio Scaletta.
[23] Ver Suplemento CASH del diario Página/12 del día 22 de Mayo de 2009, “El desplazamiento del algodón por la soja”, por Claudio Scaletta.
[24] Según artículo de Página 12 del día 5 de Mayo de 2009, “Arroz para Venezuela” por Sebastián Premici.
[25] Ver “El mundo según Monsanto”, pág. 384 “En Argentina, la soja del hambre” por Marie-Monique Robin.